miércoles, 1 de febrero de 2012

No me des más besos si no te vas a enamorar de mí

"Las anecdotas son escencialmente verdaderas porque son inventadas, porque se las inventa pieza por pieza, para ajustarlas exactamente a un individuo" E. Sabato, "Sobre héroes y tumbas".

Pablo murió hace unos casi cinco años ya. A veces pretendo que no pasó, que esta de viaje o de guardia, o yendo a la cancha a ver al Rojo. Lo único que se realmente es que lo extraño todos los días.

Tenía los ojos celestes mas lindos del mundo y siempre decía que los míos eran verdes. Son marrones claros pero para el chamuyero más chamuyero de la historia eran verdes.

Lo conocí de casualidad, en un chat. Tenía un nick gracioso y me llamó la atención. Empezamos a hablar de mil cosas, el poniendo toda su capacidad de chamuyo y yo descostillandome de la risa. Nos pasamos los MSN y a partir de ahí empezamos a hablar todos los días.
Yo estaba leyendo "Sobre héroes y tumbas" de Sabato y él, que los había leído todos, me decía a que cosas tenia que prestarle atención y me recomendaba otras cosas para leer. Me gustaba que me hablara de libros, de medicina, de los viajes, de la vida y de todas las cosas que él sabía y yo no.

Un día, hace mucho tiempo ya, me dijo que deberíamos encontrarnos porque se le cansaban los dedos de teclear todo el tiempo. Yo le dije "Ok, a donde nos vemos?". Parque Lezama, en donde están las estatuas, me contestó.
Dos días después ahí estaba yo, esperando como Penelope, cuando de repente se aparece un flaco muy alto, rubio, de pelo desprolijamente peinado y con un dálmata con correa.

 "Vos sos Maria no?". Fue el principio de una larga conversación que duró unas doce horas más o menos. Tres horas de charla en el parque, con el flaco haciendo de guía turístico y literario. Mezclaba cuestiones turísticas con cosas que eran del libro de Sabato, chistes de todo tipo y risas por montones.
Caminamos por San Telmo, Plaza Dorrego y Puerto Madero de punta a punta, y Pablito haciendo de guía turistico, histórico y literario. Dejamos al pobre perro en su casa, que era cerca de Lezama ya que la caminata iba a ser larga y no era justo para el pobre perro tener que soportar las ocurrencias de dos locos.

En un momento de la noche nos sentamos en un banco desde el que se ve la mejor parte de Puerto Madero, es el paisaje perfecto. Ahí fue donde escuché la primera vez que tenía los ojos verdes, a lo que simplemente contesté con un risotada gigante.

Sentados en ese banco pasamos dos horas hablando de la vida, para darnos cuenta que ya eran las once de la noche y que los colectivos para volver a Quilmes solo pasaban por una hora más. No habiamos comido y en las voces se sentía el cansancio de la charla. Yo no sabía si esto se repetiría, pero me sentía tan comoda y feliz que no me importaba.

.... mañana sigo, tengo sueño.