El problema está en el despertar, porque no es un sueño. Porque despierto y no estás. Mi imaginación me juega una mala pasada haciéndome creer que seguís estando en mi vida como antes, que voy a volver a verte sonreírme.
Bajar las escaleras corriendo y frenar dos escalones antes, revisar la ropa, el peinado y la sonrisa para que me veas llegar. Mirarte mientras nos separa una puerta y pensar en un mundo rosa y lindo.
Y bajar corriendo y no estás. Y el mundo rosa desaparece y se vuelve gris. La realidad golpea duro y me doy cuenta que no estás. Controlo mis impulsos, restrinjo mis instintos y no hago lo que normalmente haría.
Tu sonrisa ya no ilumina mis días, tus abrazos ya no calman mis nervios y tus besos no me dan buenos sueños. Todo es distinto ahora. Todo es gris, aburrido y monótono.
La tristeza y la angustia de los primeros días desaparece, pero queda un vacio que no se llena con nada. Se quiebran todos los argumentos, se desvanecen las razones y solo quedo yo.
Y yo te extraño, te necesito, te quiero.
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