Las cosas cambiaron después de la gran pelea gran. El corte en mi brazo fue una llamada de atención para Max, sabía que yo necesitaba ayuda, que no me podía dejar sola, porque no era yo. Nunca llamó a mi familia, nunca me volví a Quilmes, solo me senté en nuestra cama mientras el me traía un vaso de Pepsi, vendas y alcohol en gel para curar la herida. Se sentó a mi lado y me habló como nunca antes lo había hecho, me contó la historia que ya sabía de su mamá, la de la locura. Me tranquilizó saber que no estaba sola, que lo que me estaba pasando no era raro, que había gente a la que le había pasado lo mismo. Necesitaba escuchar que iba a estar bien, que tenia que pedir ayuda rápido para que volviera a ser la persona de la que él se enamoró. "Yo te amo y vas a estar bien".
El día siguiente fue raro, no podía ir a trabajar porque nadie podía ver lo de mi brazo. La mejor solución que se nos ocurrió fue fingir, como habíamos hecho muchas veces antes, que tenia una infección urinaria. Tenía que ganar tiempo hasta que descifrara que tenía que hacer. El llamó a su trabajo y avisó que no iba a ir, inventando una enfermedad estomacal inexistente. Revisó mi brazo para ver si cicatrizó bien y me dijo que teníamos que ir a dar una vuelta porque tanto encierro hace mal.
Dimos un par de vueltas por Belgrano como hacíamos siempre, la heladería, Dragón Porteño, puchos y Pepsi del kiosco. "Tenemos que hablar con alguien de lo que pasó" me dijo, y a mi se me puso la piel de gallina. Yo no quería hablar con nadie, no encontraba la forma de expresar que era lo que pasaba por mi cabeza, simplemente porque yo no lo podía entender. Caminamos un rato hacia ninguna parte en realidad. Y llegamos a donde teníamos que ir, al consultorio de la psiquiatra de su mamá. "Ella necesita ayuda".
La mujer me miró de arriba abajo y me dijo "Sentate y contame que pasó". Yo balbucee algo sobre que no me sentía yo y que me quería morir porque me sentía sola rodeada de gente. "Necesito ayuda, no puedo con mi cabeza, es como que no lo puedo controlar". No me acuerdo otras cosas que dije, ni cuanto tiempo estuve ahí, solo recuerdo que me sentí libre al hablar, me saqué millones de cosas de adentro pero si trato ahora de ver que cosas eran, no lo sé. Solo sé que me sentí libre al fin. Le conté todas mis miserias y mis traumas a alguien que no me conocía, que no me juzgaba y que no le importaba.
Salimos de ahí sin rumbo, sin saber que hacer, caminando hacia ningún lado y sin hablar entre nosotros. A mitad de camino le dije "Me van a internar un tiempo, no?" sabiendo desde un principio la respuesta. "Si, pero es por tu bien, es por nuestro futuro mi amor".
Llamé a mi casa avisando que necesitaba hablar con ellos personalmente. Juntar a mis viejos en un lugar para contarles lo que pasó era un paso necesario para estar bien. Mi vieja estaba volviendo de la costa y mi viejo laburando como siempre, tenia que esperar para contarles. Llegaron a la noche, pasadas las 8. Max y yo estábamos sentados en el living, hablando. Mi mamá entró y se sentó en el sillón mientras que mi viejo se sentó en una silla de la mesa. Yo no podía hablar, quería que las palabras salieran lo mas rápido de mi boca para liberarme. Max me miró y al ver que nada salía de mi boca dijo "Ella no esta bien, tuvo una crisis y la psiquiatra y yo pensamos que lo mejor es que se interne por un par de días". La reacción familiar no se hizo esperar, que quien era él para meterse, que esto no podía pasar de nuevo, que es tu culpa porque no la quisiste internar antes. El mismo infierno una y otra vez. Alguien tenía que tomar el control de la situación. Nunca pensé que iba a ser yo. "Yo me quiero internar y necesito que alguno de los dos firme por mí. Necesito estar bien, quien quiere verme bien y quien quiere verme loca?". Lo administrativo se arregló tan fácil que parecía que el sistema esta armado para que te internen un tiempo como si fuera un spa. Lo laboral no fue tan fácil, si bien una licencia por enfermedad esta totalmente permitido, los rumores que hubieran seguido a eso no me ayudaban para nada. Renuncié y me liberé de una de las cosas que me hacían sentir fuera de mi.
Dejé que Max decidiera muchas cosas, él tenía mas experiencia al respecto. Mis viejos y yo no sabíamos que era lo que teníamos que saber en cuanto a internaciones, drogas, terapias y demás. Tres días después del incidente entraba de la mano de Max al lugar que seria mi casa por las próxima semanas. Tenia tanto miedo, no sabía que era lo que iba a pasar. Me iba a quedar sola por primera vez en mucho tiempo. La sensación de soledad ahora era una realidad. Sola. Nadie me conoce, nadie sabe quien soy.
Me dieron una habitación en la que estaba sola. Sentí la ironía a flor de piel, alguien que se corta el brazo porque se siente sola y tiene una habitación solo para ella. Acomodé mis cosas en el mueble, no había tele, ni libros, nada que distraiga a la mente de que estas ahí porque estas mal. El tiempo parecía no pasar, como si estuviera presa de mi mente. Me saqué la venda del brazo y me quedé mirando la cicatriz. Esto lo hice yo y no se porque. Trataba de alcanzar ese estado de mi mente que ya había visto en el consultorio de la psiquiatra, en donde ese lado oscuro al fin aparecía y me mostraba lo que necesitaba ver. Estaba como en un trance cuando una voz me despertó "Es hora de comer, vamos".
Los días pasaban lentamente la primer semana. Terapia individual por la mañana y grupal por la tarde. Comida tres veces por día y television solo un rato. A la prisión mental le sumé la del cuerpo. Sentía que todo lo que hacia me estaba haciendo peor, necesitaba una luz entre tanta oscuridad. Y la luz llegó en el momento que menos lo esperaba. Mi hermana vino de visita.
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